La artroplastia es un procedimiento quirúrgico utilizado para restaurar la función de una articulación mediante la reparación o el reemplazo de sus componentes. Este término se deriva del griego «arthro», que significa articulación, y «plastos», que significa moldeado. La artroplastia se realiza comúnmente en articulaciones como la cadera, la rodilla y el hombro, que pueden verse afectadas por enfermedades degenerativas como la osteoartritis, la artritis reumatoide o lesiones traumáticas.
El objetivo principal de la artroplastia es aliviar el dolor y mejorar la movilidad de la articulación afectada. Este procedimiento puede involucrar la reconstrucción parcial o total de la articulación. En la artroplastia total, se reemplazan tanto las superficies articulares del hueso proximal como del distal con prótesis artificiales. Estas prótesis pueden estar hechas de materiales como metal, cerámica o plástico de alta densidad, diseñados para soportar las cargas y movimientos articulares.
El proceso quirúrgico de la artroplastia generalmente comienza con una incisión en la piel sobre la articulación afectada. Posteriormente, se retira el tejido dañado o deteriorado, incluyendo el cartílago y parte del hueso subyacente. Los componentes protésicos se fijan a los huesos mediante cemento óseo o mediante técnicas de ajuste por presión que permiten que el hueso crezca en la superficie de la prótesis. Una vez colocadas las prótesis, se verifica la alineación y el rango de movimiento antes de cerrar la incisión quirúrgica.
La rehabilitación postoperatoria es una parte crucial del éxito de la artroplastia. Incluye fisioterapia para recuperar la fuerza y la movilidad de la articulación, así como el aprendizaje de técnicas para realizar actividades diarias sin poner en riesgo la nueva articulación. La duración de la recuperación puede variar, pero suele requerir varios meses de seguimiento y ejercicios específicos.
Aunque la artroplastia es un procedimiento generalmente seguro, existen riesgos asociados, como infecciones, coágulos de sangre, aflojamiento de la prótesis y desgaste de los materiales protésicos. Estos riesgos pueden mitigarse con técnicas quirúrgicas avanzadas, un manejo adecuado durante el postoperatorio y seguimiento regular.
En la actualidad, los avances en tecnología médica y en biomateriales han mejorado significativamente los resultados de la artroplastia, permitiendo a los pacientes recuperar una mejor calidad de vida con articulaciones funcionales y menos dolorosas. La selección del tipo de prótesis y la técnica quirúrgica adecuada dependen de factores individuales, incluyendo la edad del paciente, su nivel de actividad y la gravedad del daño articular.
La artroplastia es una solución efectiva para aquellos con articulaciones gravemente dañadas que no responden a tratamientos conservadores, ofreciendo la posibilidad de retomar una vida activa y reducir el dolor crónico.