La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad crónica, inflamatoria y autoinmune que afecta principalmente a las articulaciones. Se caracteriza por la inflamación de la membrana sinovial, que es el tejido que recubre las articulaciones, lo cual provoca dolor, hinchazón, rigidez y eventualmente la destrucción de la articulación afectada. Aunque la causa exacta de la artritis reumatoide no se conoce completamente, se cree que una combinación de factores genéticos, ambientales y hormonales contribuyen a su desarrollo.
Los primeros síntomas suelen ser la rigidez matutina y la inflamación de las articulaciones pequeñas, como las de las manos y los pies. Esta rigidez puede durar más de una hora y suele mejorar con la actividad física. A medida que la enfermedad progresa, puede afectar a otras articulaciones más grandes, como las rodillas, los codos, los hombros y las caderas. En algunos casos, la artritis reumatoide también puede afectar a otros órganos y sistemas del cuerpo, como los pulmones, el corazón y los ojos.
El diagnóstico de la artritis reumatoide se basa en una combinación de la historia clínica del paciente, el examen físico, análisis de sangre y estudios de imagen. Los análisis de sangre pueden revelar la presencia de ciertos marcadores inflamatorios, como la proteína C reactiva (PCR) y la velocidad de sedimentación globular (VSG). Además, la presencia de autoanticuerpos como el factor reumatoide (FR) y los anticuerpos anti-péptido citrulinado cíclico (anti-CCP) puede ser indicativa de artritis reumatoide.
La inflamación crónica en la artritis reumatoide puede llevar a la erosión del cartílago y el hueso, lo que resulta en deformidades articulares y discapacidad funcional. Los nódulos reumatoides, que son bultos firmes bajo la piel cerca de las articulaciones afectadas, son otra manifestación común de esta enfermedad. La fatiga, la fiebre baja y la pérdida de apetito son síntomas sistémicos que también pueden estar presentes en la artritis reumatoide.
La naturaleza autoinmune de la artritis reumatoide implica que el sistema inmunológico del cuerpo ataca erróneamente los tejidos sanos de las articulaciones. Esto lleva a la producción de citocinas proinflamatorias y otros mediadores que perpetúan la inflamación y el daño articular. La identificación y manejo temprano de la enfermedad es crucial para reducir la progresión del daño articular y mejorar la calidad de vida de los pacientes.