La pancreatitis es una inflamación del páncreas, una glándula ubicada detrás del estómago que desempeña funciones tanto endocrinas como exocrinas. Esta condición puede presentarse de forma aguda o crónica, y sus manifestaciones clínicas varían en gravedad desde casos leves hasta severos que pueden poner en peligro la vida del paciente.
La pancreatitis aguda es una inflamación repentina que ocurre en un periodo corto de tiempo. Se caracteriza por dolor abdominal intenso, generalmente en el epigastrio, que puede irradiarse hacia la espalda. Otros síntomas comunes incluyen náuseas, vómitos, fiebre, y sensibilidad abdominal. La etiología más frecuente de la pancreatitis aguda incluye el abuso del alcohol y la enfermedad de la vesícula biliar, específicamente la presencia de cálculos biliares que obstruyen el conducto pancreático. En algunos casos, puede estar asociada a infecciones, traumatismos, medicamentos, y trastornos metabólicos.
Por otro lado, la pancreatitis crónica es una inflamación prolongada que causa daño irreversible al páncreas. Este tipo de pancreatitis se desarrolla gradualmente y se caracteriza por la destrucción progresiva del tejido pancreático y su reemplazo por tejido fibroso. Los síntomas incluyen dolor abdominal crónico, que puede ser intermitente o constante, y problemas digestivos debido a la insuficiencia pancreática exocrina, como la esteatorrea, que es la presencia de grasa en las heces, y la pérdida de peso. Las causas principales de la pancreatitis crónica incluyen el consumo excesivo de alcohol y la presencia de mutaciones genéticas que predisponen a la enfermedad, aunque también puede ser idiopática, es decir, de causa desconocida.
El diagnóstico de la pancreatitis se basa en una combinación de hallazgos clínicos, pruebas de laboratorio y estudios de imagen. Los análisis de sangre pueden mostrar niveles elevados de enzimas pancreáticas, como la amilasa y la lipasa. Los estudios de imagen, como la ecografía abdominal, la tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética (RM), son útiles para identificar la inflamación y evaluar posibles complicaciones como la necrosis pancreática, los pseudoquistes y la obstrucción del conducto pancreático.
La patogénesis de la pancreatitis implica la activación prematura de las enzimas digestivas dentro del páncreas, lo que lleva a la autodigestión del tejido pancreático. Esto desencadena una cascada inflamatoria que puede resultar en daño local y sistémico. En la pancreatitis aguda, la activación de las enzimas digestivas causa la inflamación aguda del páncreas y puede inducir una respuesta inflamatoria sistémica. En la pancreatitis crónica, la inflamación persistente provoca fibrosis, pérdida de tejido glandular y calcificación pancreática.
El manejo de la pancreatitis depende de la severidad de la condición. La pancreatitis aguda leve puede resolverse con tratamiento de soporte, mientras que los casos graves pueden requerir cuidados intensivos y, en algunas situaciones, intervención quirúrgica. La pancreatitis crónica se maneja con un enfoque en el alivio del dolor, la corrección de la insuficiencia pancreática y la prevención de complicaciones.