El edema es una acumulación anormal de líquido en los tejidos del cuerpo, lo que provoca hinchazón. Este exceso de líquido se puede localizar en una región específica o ser generalizado, dependiendo de la causa subyacente. El edema puede presentarse en diversas partes del cuerpo, incluyendo las extremidades, los pulmones y el abdomen.
Desde un punto de vista fisiológico, el edema se produce cuando hay un desequilibrio en las fuerzas que regulan el paso de líquidos entre el espacio intravascular y el espacio intersticial. Este equilibrio se mantiene mediante la presión hidrostática, que empuja el líquido fuera de los vasos sanguíneos, y la presión oncótica, que lo retiene dentro de estos. Cuando hay un aumento en la presión hidrostática, una disminución en la presión oncótica o una alteración en la permeabilidad de los vasos sanguíneos, se favorece la salida de líquido hacia los tejidos.
Existen múltiples causas de edema, que se pueden clasificar en dos categorías principales: localizadas y generalizadas. Las causas localizadas incluyen la inflamación, las infecciones y los traumatismos, que afectan directamente a una zona específica del cuerpo. Por otro lado, las causas generalizadas están relacionadas con enfermedades sistémicas como la insuficiencia cardíaca, la cirrosis hepática, el síndrome nefrótico y la desnutrición severa.
El edema se manifiesta clínicamente como hinchazón visible y palpable. En algunos casos, puede acompañarse de otros síntomas como dolor, rigidez o dificultad para mover la parte afectada. Un signo característico del edema es la formación de fóvea o «signo del godet», que se produce cuando se aplica presión sobre la zona hinchada y queda una depresión que tarda en desaparecer.
El diagnóstico del edema se basa en la historia clínica del paciente, el examen físico y, en algunos casos, pruebas complementarias como análisis de sangre, orina, ecografías y radiografías. La identificación de la causa subyacente es crucial para orientar el tratamiento adecuado.
Es importante destacar que el edema no es una enfermedad en sí misma, sino un signo de una condición subyacente que requiere atención médica. Por lo tanto, la evaluación detallada y el manejo del edema deben ser realizados por profesionales de la salud.